El papel insustituible de madres y padres

Método Suzuki

En la filosofía del Método Suzuki, no se enseña solo música: se cultiva el alma del niño/a. Shinichi Suzuki creía profundamente que cualquier niño o niña puede aprender a tocar un instrumento con la misma naturalidad con la que aprende su lengua materna. Pero, al igual que en el lenguaje, el entorno en el que crece ese niño es determinante.

Aquí es donde entra en juego el papel esencial de las madres, padres y cuidadores. Ellos no son simples acompañantes; son piezas clave del proceso educativo. Son la base emocional, la guía cotidiana, y en muchos casos, los primeros en aplaudir —y a veces repetir pacientemente— cada intento y cada progreso.

Aprender en familia
Uno de los pilares del Método Suzuki es la presencia activa de un adulto de referencia en el aprendizaje del niño. Esto no implica que ese adulto deba ser músico, ni mucho menos. Lo que se necesita es disposición, compromiso, y sobre todo, cariño. Los padres y madres asisten a las clases, aprenden junto al niño, toman notas, y luego acompañan la práctica diaria en casa. Se convierten en los maestros en casa que brindan apoyo constante, empatía y motivación.

Este modelo crea un vínculo muy especial entre madres/padres e hijos: se comparte un proyecto común, se celebran juntos los avances, se enfrentan juntos los desafíos. Y esa complicidad transforma el estudio en una experiencia emocionalmente rica.

Un entorno que inspira
En esta metodología se cree que el entorno moldea el talento. Por eso, se fomenta la escucha diaria de las piezas del repertorio, incluso desde antes de que el niño comience a tocar. La música se convierte en parte del paisaje sonoro de la casa, como lo es la voz de los padres al hablar. Este entorno musical constante y afectivo es clave para el desarrollo del oído, la memoria y el amor por el instrumento.

Además, el ejemplo de los padres tiene un peso inmenso. Cuando un niño ve que su madre o padre se interesa por la música, se emociona con los conciertos, disfruta acompañándolo en clase, o incluso se anima a aprender junto a él/la, se refuerza la idea de que la música no es una obligación, sino un privilegio compartido.

Mucho más que música
Al final, el objetivo del Método Suzuki no es formar prodigios, sino personas sensibles, perseverantes y seguras de sí mismas. La música es el medio, pero lo que se cultiva va mucho más allá del sonido. Y en ese viaje, madres y padres no solo son guías: también se transforman.

Porque acompañar el aprendizaje de un hijo/a es también una forma de crecer como adulto/a. Se aprende a tener paciencia, a mirar el proceso más que el resultado, a valorar los pequeños logros diarios. Se aprende, en fin, a caminar al ritmo del corazón.

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